El pragmatismo de Occidente ¿o su miseria?

martes, diciembre 06, 2005

La libertad a propósito del Día de la Constitución

(Por Carlos A. Trevisi)

Nos toca vivir un momento aciago; todo se confunde. La Guerra de Irak es paradigmática en este sentido. Al operativo bélico se le ha dado el nombre de “Libertad Permanente”.
El ordenamiento legal establece que la libertad de cada uno termina donde comienza la de los demás. En ese sentido, la ley es el marco regulador de las relaciones entre los ciudadanos; marca los límites; es seguridad, razón, taxonomía, cantidad.
La libertad, sin embargo, fuera del ordenamiento legal, trasciende lo meramente relacional para dispensar el encuentro, el acto desalienante por excelencia, "el instante de suprema lucidez que somos capaces de alcanzar los hombres". La auténtica libertad consiste, así, en la creatividad espontánea con que una persona o comunidad realiza su verdad, es fruto de una fidelidad sincera del hombre a su propia verdad.
La libertad es conciencia, es el adentro-verdad; es diálogo, comprensión; comunión; solidaridad, exigencia, amplitud, reflexión, apertura, pasión, justicia... La libertad devela, esclarece, amplía, invita; es incierta, incómoda; está más allá de la ley. En este contexto la libertad no sólo no se acota sino que se amplía en el encuentro con otras libertades; la insignificancia de uno en libertad deviene en la grandeza de una comunidad en libertad.
La ley vela, oscurece, limita, obliga; es sólida, confiable; certera, confortable: nos dice lo que no debemos hacer y hasta lo que debemos.
Siendo que las comunidades apelan a su conciencia y las instituciones a la ley, corresponde a los gobiernos, depositarios de aquélla y garantes de ésta, disipar los temores de una subyacencia de recelo con respecto a la libertad y a las iniciativas de la comunidad. En tal cumplimiento, exhibirán actitudes políticas francas, alejadas de toda sospecha de indiferencia para con situaciones humanas concretas, o de intencionalidad en la creación de un mundo abstracto con valores desconectados de la realidad.
Aunque la sospecha incumbe por igual a la ley y a la conciencia, en el marco de la ley, que garantiza las libertades individuales y se reserva la condena por actos ilícitos, la sospecha abre un camino a seguir, acaso uno más, para garantizar la justicia de su accionar y poder condenar o exonerar con certezas.
En cambio, en el ámbito de la conciencia, la sospecha es el punto de inflexión a partir del cual asumimos que se resquebraja el andamiaje ético de los valores que hemos elegido, que se posponen las metas que nos hemos impuesto, que se tuercen los procedimientos.
En esta sospecha estoy, sobre todo cuando el PP organiza un acto en conmemoración de nuestra carta magna y habla de libertad.