El estilo en política: Hospital de El Escorial
(Por Carlos A. Trevisi)
Cuando uno lo veía a Aznar mirando fijamente desde la pantalla de la tele, su pelo como dibujado, su boca, que poco abre, tapada por un bigote monumental que no se corresponde con la cara, sus pequeños ojos inquisidores, no podía menos que pensar que es un tipo con estilo. Si no fuera así, jamás habría podido decir que la participación de España en la guerra contra Irak la “había sacado del rincón de la historia” sin haber sufrido el mínimo deterioro en su prestigio.
En coincidencia con esas fechas tan nefastas de la guerra, fui ingresado en Urgencias en el Hospital de El Escorial. Pasé una noche y un escaso medio día en el lugar. Fui testigo de un hecho estremecedor. Un viejecito, ingresado bien entrada la noche, estaba tan falto de higiene que las enfermeras tenían que alejarse de su cama para cobrar aires y poder seguir higienizándolo, tal el olor. Hacía años que no se bañaba. Temía caerse en la bañera, por eso no lo hacía. Las muchachas, prestas, con todo profesionalismo y hasta afecto –bastaba ver cómo se dirigían a él- , terminaron higienizando al anciano.
Se me mezcló un poco lo del “rincón de la historia” con el pobre viejo.
Lo pensé largamente; la noche era toda mía.
Y entonces también la vi a la candidata del PP a la Comunidad de Madrid. Y recordé cuando prometió crear ocho nuevos hospitales; y recordé su estilo. Qué maravilla! Qué mimesis con Aznar!
Me asignaron una cama en el sector de urgencias donde se ingresan los pacientes. Hacia la madrugada, ante la falta de espacio, habilitaron la antesala donde habitualmente esperan los acompañantes (llegué a contar seis camas, -ubicadas al garete, cada una con su número de identificación improvisadamente pegado a la pared; entre las cuales desfilaba la población hospitalaria –médicos, enfermeros, camilleros y acompañantes); más tarde aún, habiendo ya aclarado el día, y ante la necesidad de revisarme con un mínimo de intimidad, me pusieron en un pasillo. Todos estos cambios con la mejor buena voluntad del personal, aunque con las protestas propias de quien está trabajando en condiciones penosas.
Llegué a la conclusión de que Esperanza Aguirre (y su estilo) se habían olvidado del pobre viejito, que allí seguía, arrinconado y temeroso; así como Aznar (y su estilo) se habían olvidado de los “propietarios”de hipotecas que no saben en qué han de terminar, o de los que someten su dignidad de personas acorralados por contratos basura...
Descubrí entonces que el “estilo” es para la grandes cosas (sacar un país del rincón de la historia, colaborar en la reconstrucción de un mundo asolado por el terrorismo, crear ejes de poder); que las pequeñas, como atender a un pobre viejo tirado en una cama de hospital no necesita de “estilo”; que le basta con el afecto de las enfermeras y de los médicos, que el profesionalismo está descontado.
Y a mi también. Y a ti. Y a tus hijos y a tus padres. Que de poco nos vale salir del rincón de la historia si el presente acaba con nosotros.
A menos que sea otro país u otra historia.
Cuando uno lo veía a Aznar mirando fijamente desde la pantalla de la tele, su pelo como dibujado, su boca, que poco abre, tapada por un bigote monumental que no se corresponde con la cara, sus pequeños ojos inquisidores, no podía menos que pensar que es un tipo con estilo. Si no fuera así, jamás habría podido decir que la participación de España en la guerra contra Irak la “había sacado del rincón de la historia” sin haber sufrido el mínimo deterioro en su prestigio.
En coincidencia con esas fechas tan nefastas de la guerra, fui ingresado en Urgencias en el Hospital de El Escorial. Pasé una noche y un escaso medio día en el lugar. Fui testigo de un hecho estremecedor. Un viejecito, ingresado bien entrada la noche, estaba tan falto de higiene que las enfermeras tenían que alejarse de su cama para cobrar aires y poder seguir higienizándolo, tal el olor. Hacía años que no se bañaba. Temía caerse en la bañera, por eso no lo hacía. Las muchachas, prestas, con todo profesionalismo y hasta afecto –bastaba ver cómo se dirigían a él- , terminaron higienizando al anciano.
Se me mezcló un poco lo del “rincón de la historia” con el pobre viejo.
Lo pensé largamente; la noche era toda mía.
Y entonces también la vi a la candidata del PP a la Comunidad de Madrid. Y recordé cuando prometió crear ocho nuevos hospitales; y recordé su estilo. Qué maravilla! Qué mimesis con Aznar!
Me asignaron una cama en el sector de urgencias donde se ingresan los pacientes. Hacia la madrugada, ante la falta de espacio, habilitaron la antesala donde habitualmente esperan los acompañantes (llegué a contar seis camas, -ubicadas al garete, cada una con su número de identificación improvisadamente pegado a la pared; entre las cuales desfilaba la población hospitalaria –médicos, enfermeros, camilleros y acompañantes); más tarde aún, habiendo ya aclarado el día, y ante la necesidad de revisarme con un mínimo de intimidad, me pusieron en un pasillo. Todos estos cambios con la mejor buena voluntad del personal, aunque con las protestas propias de quien está trabajando en condiciones penosas.
Llegué a la conclusión de que Esperanza Aguirre (y su estilo) se habían olvidado del pobre viejito, que allí seguía, arrinconado y temeroso; así como Aznar (y su estilo) se habían olvidado de los “propietarios”de hipotecas que no saben en qué han de terminar, o de los que someten su dignidad de personas acorralados por contratos basura...
Descubrí entonces que el “estilo” es para la grandes cosas (sacar un país del rincón de la historia, colaborar en la reconstrucción de un mundo asolado por el terrorismo, crear ejes de poder); que las pequeñas, como atender a un pobre viejo tirado en una cama de hospital no necesita de “estilo”; que le basta con el afecto de las enfermeras y de los médicos, que el profesionalismo está descontado.
Y a mi también. Y a ti. Y a tus hijos y a tus padres. Que de poco nos vale salir del rincón de la historia si el presente acaba con nosotros.
A menos que sea otro país u otra historia.
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