De Londres a Humahuaca
(por Carlos A. Trevisi)
Una amiga inglesa, que vivió dos intensos años en Argentina allá por 1987 , me comentaba sus experiencias, todas ellas especialmente referidas a la gente que conoció en mi país. Coincidió conmigo en cuanto a que existen dos argentinas: Buenos Aires -Capital- y el interior del país. La capital tuvo poco atractivo para ella, aunque no dejó de reconocer su importancia cultural y el alto grado de civilización que la anima. Es un mujer "de ciudad", de modo que no esperaba de ella sino eso que iba expresando con un cierto dejo de "qué lindo que era aquello". Hablamos de otras ciudades del interior a las que rescataba por ser muy apacibles; en fin, todo lo que se puede decir cuando uno ha sabido apreciar lo visto.
La conversación fue girando hacia lo geográfico y las diferencias entre sus gentes. Repentinamente se le iluminaron los ojos: "Anduve por el norte; en la cordillera, en Huamahuaca, un pueblito perdido por ahí. ¡Qué maravilla! Todo colorido, la gente vestida con su ropas típicas, feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, amables, serviciales... sus ferias, los productos que comercializaban clasificados por tonalidades, dispuestos estéticamente sobre rústicos tablones... Un verdadero encanto". Entonces se enteró que no tenían luz, ni cloacas, ni agua corriente; no tenían nada, sólo ganas de vivir. Y se acordó de Londres, donde "tenemos de todo pero vivimos reventados, con la cara larga, apurados, quejosos..." Se preguntó, entonces, inútilmente, quién sería más feliz.
Nos despedimos.
Volví a mi vieja reflexión acerca de la diferencia entre "civilización y cultura" ( ¿Civilización o cultura?); recordé a los bolivianos que entregaron al incombustible "Che" Guevara porque no entendieron su mensaje, y al "Che", porque no entendió que otro mundo era posible; me acordé de los pobres sin culpas y sin remedio; de los muertos de las guerras y de la prepotencia de la ignorancia.
"Hay que seguir peleando", me dije, "no perdamos de vista nuestras esencias".