El Senado, el PP y Zapatero
(Por Carlos A. Trevisi)
El nuevo desacuerdo entre el PP y el PSOE respecto del Senado pone en evidencia, una vez más, que la derecha se maneja desde las instituciones antes bien que desde los intereses de la gente. En algún artículo anterior (ver Una democracia participativa) hacíamos hincapié en el derrumbe de las instituciones por efectos del mercado, que las había neutralizado, y del apoderamiento que las derechas habían hecho de sus restos. No es una casualidad que las derechas, que han acompañado la vigencia del mercado en todo el mundo, no sólo en España, se instalen en los mismos espacios que contribuyeron a destruir.
El fundamentalismo que anima a la derecha española, como que se ha constituido en la depositaria y regidora de todos los valores en exclusividad – la democracia, la libertad, la moral y la verdad, les pertenece- descalifica cualquier alternativa dado que “los otros” representan la destrucción del país (recuérdense las declaraciones de Aznar en Buenos Aires y México y el tremendismo de Rajoy que no cesa de manifestar que el PSOE ha llevado a España al caos, al desorden y de vuelta al pasado (Ver La mentira en política).
El fundamentalismo cala en “los conservadores”, sus adherentes - la gran mayoría de ellos alejados de la política porque “es muy sucia, no nos interesa”- a los que los políticos del PP hablan con un discurso trasnochado que coincide con el marco ideológico donde están instalados: el franquismo.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces y Zapatero, que sin renegar de las instituciones, las alinea con la realidad, tiene que enfrentarse con un oponente hostil que hasta puede llegar a encontrar dentro de su propio partido. Todo indica que el gobierno ha propuesto una forma de democracia participativa donde todos los sectores minoritarios tienen que participar como grupo social y a partir de la propia identidad personal de sus integrantes.
Cuando la derecha no admiten el casamiento entre homosexuales (ver Matrimonios homosexuales), o se refugia en la moralina de una Iglesia destemplada y agónica, cuando se niega al diálogo y entorpece todos los caminos que conducen a soluciones de conjunto, cuando se atiene a la ley dejando de lado una realidad que golpea a todo el mundo menos a ellos – la guerra de Irak, las mentiras de Bush, la caída en picada que le propinó la Casa de los Comunes a Blair hace apenas unas horas, las cotidianas tragedias que matan a miles de inocentes en los países islámicos a los que fueron a salvar para ”la democracia y la libertad”, cuando, en fin, obnubilados por una ideología, se deja de ver la realidad, lo que se pretende es imposibilitar un cambio que dé protagonismo a la gente.
Para “los conservadores” el protagonismo de la gente es una nimiedad: todos coinciden con lo que dicen sus voceros –que no sus portavoces, porque no la expresan. Y a callar. ¿eh?, Ana Botella, a ver si el tercer casamiento de Don Casco provoca un cisma.
El fundamentalismo que anima a la derecha española, como que se ha constituido en la depositaria y regidora de todos los valores en exclusividad – la democracia, la libertad, la moral y la verdad, les pertenece- descalifica cualquier alternativa dado que “los otros” representan la destrucción del país (recuérdense las declaraciones de Aznar en Buenos Aires y México y el tremendismo de Rajoy que no cesa de manifestar que el PSOE ha llevado a España al caos, al desorden y de vuelta al pasado (Ver La mentira en política).
El fundamentalismo cala en “los conservadores”, sus adherentes - la gran mayoría de ellos alejados de la política porque “es muy sucia, no nos interesa”- a los que los políticos del PP hablan con un discurso trasnochado que coincide con el marco ideológico donde están instalados: el franquismo.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces y Zapatero, que sin renegar de las instituciones, las alinea con la realidad, tiene que enfrentarse con un oponente hostil que hasta puede llegar a encontrar dentro de su propio partido. Todo indica que el gobierno ha propuesto una forma de democracia participativa donde todos los sectores minoritarios tienen que participar como grupo social y a partir de la propia identidad personal de sus integrantes.
Cuando la derecha no admiten el casamiento entre homosexuales (ver Matrimonios homosexuales), o se refugia en la moralina de una Iglesia destemplada y agónica, cuando se niega al diálogo y entorpece todos los caminos que conducen a soluciones de conjunto, cuando se atiene a la ley dejando de lado una realidad que golpea a todo el mundo menos a ellos – la guerra de Irak, las mentiras de Bush, la caída en picada que le propinó la Casa de los Comunes a Blair hace apenas unas horas, las cotidianas tragedias que matan a miles de inocentes en los países islámicos a los que fueron a salvar para ”la democracia y la libertad”, cuando, en fin, obnubilados por una ideología, se deja de ver la realidad, lo que se pretende es imposibilitar un cambio que dé protagonismo a la gente.
Para “los conservadores” el protagonismo de la gente es una nimiedad: todos coinciden con lo que dicen sus voceros –que no sus portavoces, porque no la expresan. Y a callar. ¿eh?, Ana Botella, a ver si el tercer casamiento de Don Casco provoca un cisma.