El pragmatismo de Occidente ¿o su miseria?

sábado, diciembre 17, 2005

Acerca de la familia y la escuela

(Por Carlos A. Trevisi)

La familia es el núcleo fundacional de la personalidad y la primera educadora. Es en su seno donde el hombre comienza a relacionarse. Es el punto de partida del encuentro con un "tú" , del diálogo en el afecto. Cabe a la familia la serenidad, la exigencia y la reflexión para iniciar al hombre en ese inacabable viaje hacia sus propias armonías, a su plena personalidad, a su libertad. La familia es la institución más proteica de nuestra sociedad. Los aportes de sus miembros la dinamizan, la perturban, la ponen en crisis.
No sucede lo mismo con la escuela, institución ésta que asumirá muy tempranamente, sin embargo, un rol preponderante en la vida de los niños. Si bien su función es recrear circunstancias a partir de la herencia socio-cultural en la que se inserta, y ponerlas en acto, el vértigo del momento que nos toca vivir no le da tiempo a procesarlas. La escuela es poco homeostática y "subordina sus fines sociales a las necesidades de preservación de su estructura" (Ernesto Gore) dejando la calle afuera.
Un padre conlleva en sus adentros la idea de que su hijo tiene que superarlo, ser mejor que él; es propio de la naturaleza humana la proyección de los padres en sus hijos. Sin embargo, no siempre sabe encarar el tema de su educación en el ámbito de la escuela.
La escuela no está sólo para que aprendan a leer y escribir: Entre sus varias responsabilidades, tiene aquélla de socializar a los niños, de hacerlos partícipes de la civilización en la que les cabrá actuar de mayores cuando su vida los obligue a la toma de decisiones. Esta función de la escuela, que es de las más importantes, pues ataca el plano actitudinal del proceso de crecimiento, nos pone a los padres en un pie de igualdad con las autoridades académicas y con los maestros.
Para abordar la educación sistemática, es menester contemplar que transcurrimos por la vida en respuesta a circunstancias laborales, de estudio, personales o de familia en un contexto dinámico, de cambio, incierto, tan incierto como la vida misma, donde nada está garantizado.
Si asumimos que es así, padres y escuela debemos dar a nuestros niños una formación que autorice su inserción plena en el mundo, dotarlos de una personalidad crítica, dialógica, amplia, abierta, democrática, abarcativa, libre...
Es menester que nuestros niños tengan un alto nivel educativo y gran adaptabilidad social; que aprendan a reconocerse, a saber de sus propias capacidades, a ser dueños de su voluntad, de sus afectos, de su inteligencia y de su libertad.
Los maestros canalizaremos la enseñanza a través de la investigación, del aprender a aprender y no desde los datos. La estrategia del aprendizaje debe favorecer una curiosidad tal que motive una búsqueda que impulse al acto de aprender.
El maestro debe postergar el discurso e imponer el acto. El maestro es amplio, es comprensivo, es dialogal y todo lo demás porque actúa así. Y la familia es serena, exigente, dialógica porque la vivimos así.
Cambiar para crecer, ésta es la fórmula.
Y el cambio tiene que venir de la mano de un proyecto que integre las más variadas disciplinas con un objetivo que las excede en lo particular: el descubrimiento, por parte de los alumnos, de una nueva y distinta perspectiva para aprehender la realidad; aquélla que resulta de la integración de los temas que ellos mismos eligieron. De este modo, un trabajo de proyecto será lo que resulta de una tarea mancomunada maestro-alumno con eje en el aula , en respuesta a objetivos generales -de la escuela- y particulares -de la unidad áulica- y en satisfacción de consignas que prioricen el aprender por sobre el enseñar. Será producto de conclusiones, de las que es menester dejar un registro, y síntesis de la tarea llevada a cabo; deberá ser amplio para abarcar; abierto para incluir; flexible para facilitar la articulación de nuevos contenidos; heterogéneo en respuesta a los múltiples intereses de los alumnos; homogéneo en tanto resultante integradora de contenidos; estético en satisfacción de las formas; expandible en tanto autorice agregados a los contenidos ya existentes; e interrelacionado, de modo que subuyazca una red que vincule los contenidos entre sí.
Compete al maestro elegir sus contenidos, destacar relaciones, establecer tiempos, orientar búsquedas y sugerir y administrar recursos y materiales.
Compete a los alumnos elegir temas, transformar las relaciones en encuentros, conseguir material y manejar los recursos.
Compete a los padres abordar a sus hijos a partir de ellos mismos, compartiendo sus gustos y asumiendo sus necesidades; brindando seguridades; hospitalizándolos cuando se quiebren y alentando cuanta actitud de grandeza nazca de ellos.
Así habremos cumplido.
Para abundar en contenidos de "El Socialdemócrata, ver http://socialindice.blogspot.com